martes, 18 de diciembre de 2007

Onírico onanismo o como vencerse a uno mismo.

Hoy hablo de sueños, sueños que he tenido, sueños agradables, a su manera. El primero hace unos días, desperté por la tarde de una de esas siestas prolongadas que tanto me gustan. Me desperté invadido por una tenue esperanza y un leve optimismo. Me pareció extraño con todas las cosas que estaban a medio acabar rondando en la frontera de mis circunstancias. Es bueno desconfiar de los optimismos porque a veces nos conducen a lugares de los que después queremos salir a toda costa y puede que cuando lo descubramos ya sea demasiado tarde y el reparto de daño propio y ajeno este asegurado. Me quedé en la cama y di vueltas y vueltas a esa sensación extranjera en mí para ver qué diablos estaba pasando y entonces recordé parte del sueño. Alguien me había hecho daño y había llorado largamente en sueños. Vaya fiasco. Mi optimismo y mi esperanza eran sólo el resultado de un desahogo, de un mecanismo automático del inconsciente para reequilibrar lo que la ansiedad del día había desajustado. El segundo fue ahora mismo, después de una de esas largas siestas que me gustan tanto (¿lo había dicho ya?). Un sueño erótico y perverso en el que no hago nada que no sea mirar. Sin entrar en detalles: un cuerpo bello y femenino de alguien anónimo pero que por algún motivo siento cercano a mí. Mi cerebro la ha diseñado a ella bien, vaya que si, cada gesto que realiza me hace dejar de respirar con esa tensión tan agradable que todos conocemos. Me sonríe en todo momento, su rostro aunque desconocido para mi es como un hogar y no siento vergüenza ni apuro aunque la mire sin descanso. Me despierto por algún maldito ruido de uno de mis mil veces malditos vecinos y solo he tenido tiempo de intuir un pecho bajo un pijama transparente que se desabrochaba sin pausa. He tardado un poco en levantarme disfrutando con los ojos cerrados esa sonrisa que me invitaba a tantas cosas. Ahora tengo la secreta esperanza de que al llegar la noche pueda reencontrarme con ella y poder preguntarle como se llama e interesarme por su vida y esas cosas en las que uno piensa en situaciones así.

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