lunes, 22 de junio de 2009

Desamor

Si algo he aprendido, no en el sentido enciclopédico, sino en propia carne y desde ambos lados de la piel es que el peor veneno que puede enseñorearse de un espíritu o de una conciencia es el desamor.
Quien ama posee la gracia de ser capaz de grandes cosas y de sacrificios incomprensibles para quien no ama.
Es por eso que cuando perdemos lo amado, el norte de nuestra brújula, la única luz que abre nuestros ojos... nos vemos dominados por la inercia de una fuerza sin objeto que nos atenaza y enciende nuestra ira.
Y así de manera perversa restañamos la herida del deseo pagando en cada hora sombría un tributo de dolor y desesperación.
Pero la tormenta pasa dejando tras de sí la bendición del cansancio y el refugio del hastío.
Pero no nos engañemos... el deseo volverá escondido en cualquier parte, agazapado en el más inoportuno segundo.
Esperando.

Y yo me pregunto.

¿Porqué sólo llega la belleza junto al cansancio?
¿Porqué nos sorprende el amanecer siempre al borde del camino?
¿Porqué nuestro corazón enloquece al ver crecer la rosa tras tirar todas las flores a la basura?
¿Qué hechizo es éste que en medio de la tragedia nos arranca la sonrisa?

martes, 9 de junio de 2009

Tiemposcuro muladando entre las manos.

La esperanza, malograda se derrite bajando por mis pies hundidos en el polvo. Se rinde contra toda lógica sumergida en un monólogo de silencio. Pero no todo fue así. Hubo un brillo o una brisa después del atardecer que me sorprendió con los ojos cerrados dibujando tu silueta entre mis brazos. No sé cuanto tiempo estuve así, quizá un segundo o tal vez sólo ese pequeño instante que acompaña a tu olor cuando cierra todas las puertas y me sumerge en una cálida estancia a la que no llegan las palabras. Hubo tiempo para navegar tu cuerpo y dibujar sobre el deseo sus rutas secretas y un firmamento. Hubo tiempo apenas para soñar una vida. Pero llegó ese brillo o esa brisa llevándose tu perfume y abriéndome los ojos. Todo volvió a su sitio detras de la muralla aterradora de la rutina, de los pactos invisibles y de los viejos pactos. Tras la esperanza caída sólo quedó este muladar de palabras que intentan arañar sin suerte la imagen de un beso.