
Pero regreso a la memoria del cuerpo. La que me tortura cada noche con la nostalgia del placer pasado. La que impulsa al deseo a buscar a tientas en la oscuridad la piel hace tiempo olvidada. El cuerpo recuerda el olor que acompañaba al goce y me despierta de madrugada pidiendo su parte de aquella rutina maravillosa. Me pregunto, a veces, en mi delirio onanista si quien imagino en ese momento es el objeto de esa nostalgia sin nombre. No lo sé, no puedo saberlo pero basta para reconciliarme una vez mas con ese recuerdo de algo que no pudo completarse, de algo perdido e irrecuperable. Ese vacío me acompaña escrito en alguna parte de mi carne. La misma carne que estoy dispuesto a entregar las veces que haga falta a cambio del placer.
Aunque sea aquí y ahora
llega viejo y gastado,
de muy lejos en el recuerdo.
En este momento, la piel tersa
sobre mi cuerpo
viene de otro tiempo,
desde la piel de un nombre olvidado.
No son estas caricias las que estremecen mi carne,
esta noche,
en esta hora silenciosa,
son otras
lejanas que regresan una y otra vez
desde aquel momento perfecto y pretérito
desde aquel deseo que recuerdo.
Ahí esta, nuevamente, poderoso sobre las manos
que me acarician aquí y ahora
para sumergirme en el sueño de una visión irrecuperable.
2 comentarios:
Bajo las auroras encuentro el cuerpo que recuerdo. Es música y es cuchilla.
Lo que yo recuerdo, librepensador,no sé bien si es un cuerpo del pasado o fragmentos de mil cosas que ahora se me antojan a un cuerpo. Tan lejos no alcanza mi mirada en el oscuro abismo del pasado.
Un saludo
Publicar un comentario