martes, 12 de febrero de 2008

Fracaso

El café humea en la taza, el aromático vapor se trenza perezoso con el humo azul de un cigarro abandonado. Momento perfecto, momento nocturno. Enciendo otro cigarro pero distinto… este porta un don, un regalo vegetal que espesa el silencio y me hace bajar un poco más hacia mi mismo. Me siento y espero delante de los muros. Respiro y saboreo esta noche. No los veo pero siento que en este mismo segundo hay gente también en silencio haciendo a saber qué cosas. Tal vez algún amigo del pasado que ya no me habla o alguien a quien quise. ¡Eh! Estoy aquí. ¿Me recuerdas? Siguen ahí los muros, las malditas sentencias del Yo que me encierra y me censura. No importa, yo voy a seguir viajando un poco más de recuerdo en recuerdo, visitando cada uno de mis abandonos. El tiempo ha hecho estragos y las imágenes no calman mi nostalgia. ¿Dónde esta aquel olor? ¿De qué hablábamos estando juntos en tantas tardes? ¿Por qué te fuiste con la mochila tan cargada de odio? Siempre igual… el pasado no sacia y no da respuestas. Siempre silencioso es un faro engañoso que nada ayuda en las tormentas del presente. Pero el hambre de la añoranza es siempre la tierra donde germina la esperanza. La que promete frutos dulces en la mañana siguiente del nuevo día. Así recorro mi tiempo, inerme soñador, detenido observador, feliz a mi manera. Y temo que esta rutina en la que paseo a diario sea tan mía que con nadie pueda compartirla. Me gusta la tibia serenidad de esos momentos y la sensación de pertenencia a ese instante, a esa imagen. Sí, hablo de fracaso. Pero también se puede estar bien en esa ninguna parte, hacer un refugio a media tarde con las ventanas cerradas y dejar que nos acune con su melodía el odio a todo. ¿Sigues ahí? ¿Aun me acompañas? Se esta bien en mi mismo, no voy a ninguna parte. Aquí se puede descansar, estar de paso, huir o permanecer. Sólo pido silencio.

No hay comentarios: