domingo, 18 de mayo de 2008

Trancas y Barrancas

Es difícil entenderse a uno mismo. La perdida de sentido es un veneno difícil de destilar cuando es fuerte el espíritu. Nada ayuda cuando los propios recuerdos se tornan simples historias, anécdotas de personajes anónimos que parecen no haber dejado rastro en el presente. El dolor es una cicatriz sin historia que se pasea en el muladar de una existencia inconexa. Chatarra y trastos humanos que simulan el acontecer de una forma de vida. Lo único que no se me antoja extraño es el cuerpo, con su lento movimiento descendente por cauces metrados del reloj y el calendario. Su implacable solidez y su lenguaje franco con el mundo. Un código binario de dolor y placer que construye y levanta los artefactos del deseo y una vez en el abismo de la conciencia da lugar tal vez al amor o a la poesía. Me rindo ante la idea de que yo mismo soy inalcanzable y que hay que hacer las cosas a trancas y barrancas con un plan anotado en una servilleta y el estúpido convencimiento de que no importa lo que se haga si se hace. Se debe obrar y ya vendrán otros a juzgar y a censurar. Eso o condenarse uno mismo al presidio de la reflexión sin fin, al mutismo silencioso de una ecuación sin solución, a unas matemáticas del vacío, a una lógica de abismo.

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