jueves, 23 de septiembre de 2010

El cielo es azul

El cielo es azul

y la isla se mueve con su tectónica parsimonia.

La ciudad bajo el sol del mediodía bulle

sin ser consciente de que navega en el océano

siguiendo el destino incierto de los continentes.

Las calles crecen con los años

a lo largo de tierras que ningún árbol reclama

y hacia lo alto

crecen los edificios totémicos de los sueños de los hombres.

Arañar el mundo, dibujarlo con cemento y acero

conquistando el aire y el tiempo.

Ocultar todo lo incomprensible

bajo una geometría perdurable.

Pero hoy no busco consuelo en visiones de hombres,

hoy mi mente es una serpiente de fuego

que recorre las esquinas buscándote.

Sé que estas ahí en alguna parte de este puzzle

desordenado de horas y espacios,

fragmentada en el recuerdo y en los anhelos.

Debo reunir los pedazos que penden de tu nombre,

restaurar la fuente de nuestro río clandestino

para navegar una vez más en la pendiente del gozo

y sumergirte en la corriente del silencio.

Esta noche debe pertenecernos

para poder cambiarnos la piel el uno al otro,

confundirnos sin miedo en nuestros cuerpos,

que no haya labios para que pueda nacer el beso,

que no haya manos para que pueda crecer la caricia,

que la piel se consuma y ya nunca más estemos desnudos

el uno delante del otro.

Esta noche debe pertenecernos

para que podamos abandonarnos cada uno en su rincón

y el placer no necesite para desplomarse como lluvia de nosotros.

Sólo poder estar sin excusa,

sin motivo y en silencio

confundidos el uno en el otro

dejando que el tiempo gire su reloj

y las olas rompan dibujando sus playas,

dejar que la isla navegue

a donde ella quiera

sin importarnos adonde nos lleva.

Abandonados a nuestra suerte

y seguros

de que ese momento que hemos robado de un sueño

es nuestro

y nadie lo podrá arrebatar.

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