Si algo he aprendido, no en el sentido enciclopédico, sino en propia carne y desde ambos lados de la piel es que el peor veneno que puede enseñorearse de un espíritu o de una conciencia es el desamor.
Quien ama posee la gracia de ser capaz de grandes cosas y de sacrificios incomprensibles para quien no ama.
Es por eso que cuando perdemos lo amado, el norte de nuestra brújula, la única luz que abre nuestros ojos... nos vemos dominados por la inercia de una fuerza sin objeto que nos atenaza y enciende nuestra ira.
Y así de manera perversa restañamos la herida del deseo pagando en cada hora sombría un tributo de dolor y desesperación.
Pero la tormenta pasa dejando tras de sí la bendición del cansancio y el refugio del hastío.
Pero no nos engañemos... el deseo volverá escondido en cualquier parte, agazapado en el más inoportuno segundo.
Esperando.
Quien ama posee la gracia de ser capaz de grandes cosas y de sacrificios incomprensibles para quien no ama.
Es por eso que cuando perdemos lo amado, el norte de nuestra brújula, la única luz que abre nuestros ojos... nos vemos dominados por la inercia de una fuerza sin objeto que nos atenaza y enciende nuestra ira.
Y así de manera perversa restañamos la herida del deseo pagando en cada hora sombría un tributo de dolor y desesperación.
Pero la tormenta pasa dejando tras de sí la bendición del cansancio y el refugio del hastío.
Pero no nos engañemos... el deseo volverá escondido en cualquier parte, agazapado en el más inoportuno segundo.
Esperando.